Exposiciones

Sol y solitaria, llena de avispas Miguel Marina Del 22 de diciembre al 16 de febrero A Coruña

Martes 28 de noviembre, 13:47

 

En una llamada de teléfono, Miguel me cuenta que su aproximación a la pintura engloba varios modos de exploración material, y que éstos suceden a menudo de manera simultánea. Me parece curioso como habla de su proceso con la pintura desde una relación principalmente material: habla de su peso, de la luz que ésta refleja, lo acuoso y su solidificación. Se refiere al acto de pintar como “entrar y trabajar con el movimiento, fijando o deshaciendo un gesto”. En este momento pienso que, Sol y solitaria, llena de avispas podría ser una habitación con una ventana abierta por donde entra el polvo, la luz y los insectos de verano. Si respondo a este ejercicio de escritura que me propone el artista desde la honestidad, he de reconocer que la pintura no es la formalización del arte visual que más me cautiva. Sin embargo, me interesan los términos en los que él habla, quizás tiene que ver con que ejemplifican cualidades muy parecidas al rastro que puede dejar un cuerpo dentro de la arquitectura.

Los trabajos previos de Marina se pegaban a los muros, en ellos la pintura adquiría la forma de un velo de color, líquida y porosa, adhiriéndose al yeso y mirando fijamente a los marcos de las puertas de la sala. Estas obras previas tienen una presencia discreta y profunda, se relacionan con el espacio y los visitantes desde la seducción: el artista generaba una serie de planos de pintura que recubrían los gestos anteriores e imprimían capas acuosas hasta llegar a una imagen etérea y fija que quería ser perfecta.

En una conversación entre André Lepeki y Sonia Fernández Pan, Lepeki se pregunta por qué en los años 50 algunos artistas provenientes de la pintura y la escultura comienzan a usar la coreografía como material de trabajo para repensar su práctica. Así, hace referencia a un ensayo de Allan Kaprow sobre Pollock en el que describe ese instante donde el pintor gira el lienzo del plano vertical al horizontal: es precisamente en ese momento cuando comienza a derramar chorros de pintura y a crear una relación completamente diferente entre su cuerpo y el lienzo. Sin embargo, Kaprow también afirma que es una pena que Pollock no siguiese expandiendo el acto más allá del límite de la tela; que no convirtiese el espacio en lienzo, la arquitectura en lienzo, la pintura en espacio… Este es un evento que sin duda me habría gustado presenciar o ver su rastro.

Pero Miguel sigue su relato sobre esta exposición, lleva este último año trabajando en las piezas que podemos ver hoy en la galería. Afirma que hay algo sustancial que ha cambiado en su gesto, en la materia: en este trabajo está explorando el sólido y es la primera vez que nos muestra este nuevo movimiento. Si bien antes trabajaba desde la fluidez de la materia para disolver y cubrir, ahora está entendiendo cómo deshacer el sólido desde la presencia del sólido. Es decir, cuando uno de sus gestos imprime una nueva forma, esta se acomoda al lienzo tomando un espacio que Miguel va a respetar. Ahora ya no hay velo, no hay discreciones, sino que aparece un ejercicio de honestidad, de integración. Escuchándole, me quedo pensando en una mesa, tras una cena copiosa, en los gestos que han quedado impresos sobre el mantel, imborrables; o las materias que nos comemos y se desintegran en el estómago.

A las 13:47 del martes 28 de noviembre, Miguel toma una foto de su estudio y la publica en redes. En ese mismo momento, en Berlín, en frente de mi estudio, acaba de nevar y hago una foto de la superficie cubierta. La sincronicidad es algo así como poner en relación dos cosas que comparten un tiempo, pero no necesariamente poseen una continuidad espacial. O dicho de un modo más simple, es hacer dos cosas diferentes, simultáneamente. En las pinturas de esta exposición, vemos una superposición de gestos que han sucedido en un tiempo indescifrable o todas a la vez; sin embargo, crean un espacio continuo en este tiempo presente en el que alguien está frente al cuadro. No sé si los copos de nieve cubren las superficies simultáneamente o si, por el contrario, al caer ya no son copos, sino que se amalgaman a la continuidad de lo que percibimos como nieve, deshaciendo así la posible sincronicidad. Lo que sí podemos ver en esta sala es que quizás, entre lo sólido y lo liquido, ese movimiento parece tener algo que ver con los cuadros de Miguel.

 

Berta Gutiérrez

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