Exposiciones

Fragmentos de una obra inacabada Rosendo Cid Del 17 de junio al 31 de julio Santiago

1. Como diría Jacques Derrida, todo poema corre el riesgo de carecer de sentido y no sería nada sin ese riesgo. Lo mismo le ocurre a muchas obras de arte: que éstas puedan carecer por completo de sentido, o de estar inacabadas o en un continuo proceso de completarse. Porque ¿cuándo y en qué momento adquieren ese sentido? Ese momento se sitúa, para simplificarlo, cuando el artista decide dar por concluida una pieza. Una decisión que no resulta tan sencilla ya que tal juicio responde —en la mayoría de los casos— a razones de muy diversa naturaleza, ya sean intuitivas, azarosas, conceptuales, formales, o una suerte de incierta combinación de todo lo anterior. De ahí que la pregunta que se le hace a un artista de en qué momento decide dar por terminada una pieza sea respondida de muy diversas maneras acostumbrando, por lo general, a caer del lado de lo impreciso. Lo que nos lleva a suponer que muchas obras o por qué no decirlo, todas, permanecen en ese límite entre significarlo todo y nada; o, visto de otra forma: de estar a la espera de ese sentido externo a ellas mismas que las vuelva realmente trascendentes —ya una vez que el artista las considera finalizadas—

 

2. La conclusión de todo lo anterior es que las obras de arte están preparadas, sin duda, para cualquier eventualidad y pueden responder y amoldarse a más de una teoría o incluso a estar por encima de cualquier especulación que podamos elaborar sobre ellas. También podemos aventurar —por esta incompleta naturaleza— que todo lo que van produciendo los artistas pueda entenderse como fragmentos, partes sueltas o incluso capítulos de un conjunto mayor que tal vez debería leerse e interpretarse entonces como si de una ‘gran novela’ se tratara, pues las decisiones de los artistas no se construyen ni se mantienen del mismo modo ni bajo las mismas circunstancias ni contextos; y que, por encima de cualquier consideración, toda obra o conjunto de obras siempre permanecerá en una suerte de inacabamiento, pues de no ser así, ¿que podría esperarse de algo que ya no admite cambio? ¿Estaría esa obra u obras destinadas a ser lo que el artista quiere que sea o lo que esas obras mismas dicen ser, obviando así cualquier otra contingencia interpretativa?

    

Rosendo Cid

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